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Biografía de Ramon Llull Notas

 

La crisis de Génova


De Montpellier a Roma la primera etapa del viaje fue Génova. Génova es una ciudad de cierta relevancia en el itinerario luliano. Las relaciones de Llull con la familia genovesa Spinola quedan documentadas por una carta de Cristiano Spinola a Jaime II de Aragón (4 septiembre 1308) y por las disposiciones testamentarias de Llull, que manda entregar un volumen con algunos de sus escritos a Parceval Spinola. Estos datos parecen indicar que Ramon Llull estaba familiarizado con el círculo de comerciantes que dirigían la exitosa política de la República.

Tampoco en esta ocasión tuvo Ramon Llull mucho éxito en Roma. La Vida lo expresa con estas palabras: “Una vez ahí, viendo que adelantaba poco en sus intentos, a causa de los obstáculos de la curia, deliberó regresar a Génova, con el propósito de embarcarse hacia tierras sarracenas y comprobar si, aunque solo, podía conseguir algo, dialogando con sus sabios y explicándoles según el Arte, que Dios le había dado, la encarnación del Hijo de Dios y la beatísima trinidad de las personas divinas en la suma unidad de esencia. Los sarracenos no creen en la Trinidad; es más, como ciegos afirman que nosostros, los cristianos, adoramos tres dioses” [i] .
 
Conociendo el estilo literario de la Vida , estas frases nos hacen sospechar que sirven de prólogo a una narración de hechos mucho más detallada. Efectivamente, estas palabras introducen más de tres capítulos dedicados a un único acontecimiento: la primera misión personal de Llull en el Norte de Africa. La narración incluye dos episodios: una grave crisis psicológica, causada por las dudas que asaltan a Ramon en el momento de zarpar, y, en segundo lugar, el esquema del diálogo mantrenido por Llull con los “expertos en la ley de Mahoma”, que era anunciado en las palabras mencionadas.

Siguiendo los pasos de la narración de la Vida , podemos resumir esta secuencia de hechos:
 
Ramon Llull llegó a Génova despertando una gran expectación entre la gente, tanto por su inminente misión en Africa, como por ser “portador de una ciencia para la conversión de los infieles recibida de Dios en una montaña”. En el momento de zarpar, cuando en la nave se habían cargado ya “sus libros y todo lo necesario”, Ramon sufre “una tentación gravísima”. El pensamiento de una muerte inmediata o de una cárcel perpetua “le paralizan presa de pánico” y desiste de embarcarse. Después, cuando la nave ha levado anclas, le asaltan los remordimientos por el enorme escándalo dado y “se abisma en la desesperación”, enfermando muy gravemente.

La cronología más segura de esta secuencia de hechos nos lleva a pensar que Ramon, llegado a Roma a finales de 1290, dejó la ciudad antes de finalizar 1291, cansado de enfrentarse a los impedimentos de la curia. Muy pocos meses después estaría dispuesto su traslado a Túnez. Probablemente, a lo más tardar, en la primavera de 1292 entraría en la crisis que alcanzaría su punto crítico en mayo de 1293, en la fiesta de Pentecostés. Ramon Llull tenía 60 años. Y precisamente en enero de 1292 la intervención de Jaime II en la marcha del monasterio de Miramar parece estar confirmando el fracaso del proyecto luliano.

La narración de los hechos presentada por la de la Vita coetanea constituye un documento excepcional. En ella encontramos diversos episodios que hay que valorar en referencia al núcleo de la crisis: la angustia del creyente ante la propia incapacidad para someterse al sacrificio que le pide su conciencia religiosa.

Los hechos más decisivos ocurrieron en torno a Pentecostés de 1293. Ramon es conducido al convento de los dominicos mientras se cantaba el "Veni Creator". Las invocacio¬nes al Paráclito, el iluminador, le sumen en un estado de profunda depresión. Totalmente decaido debe ser llevado a una cama para reposar. Es entonces cuando imagina una luz sobre el convento y oye una voz que le indica: "En esta orden hallarás la salvación".

Interpretando estas palabras como una indicación sobre su vocación, pide ser admitido en la orden. El estudio de su petición es postergado por ausencia del prior.

Vuelto a su casa Llull medita de nuevo sobre su situación. Recuerda que hasta este momento quienes prestaron más atención a su Arte fueron los franciscanos. ¿No sería, por tanto, más aconsejable ingresar en esta orden? Nuevos símbo¬los acompañan a sus pensamientos. Mientras un cordón como los usados por los franciscanos aparece dibujado sobre la pared, como si aprobara su cambio de opinión, se oye otra vez la voz anterior que le recuerda que su salvación está en la orden de los Predicadores.

El conflicto alcanza su punto álgido. Es cuestión de vida o muerte. Según la narración de la Vida se trata de un conflicto entre Ramon Llull y su obra. La alternativa, tal como la piensa Llull, se plantea entre su propia salvación en la orden de los Predicadores, pero condenando a la esterilidad su Arte, y su propia condenación en la orden franciscana, pero asegurando la pervivencia de su Arte. Ramon prefiere su propia condenación y pide el hábito franciscano. En respuesta recibe la promesa de que lo recibirá en el momento de su muerte. Tal vez porque las constituciones establecían que “los eremitas no sean recibidos en nuestra orden”.
 
Como si de un medieval juicio de Dios se tratara, la Vita coetanea prosigue la narración con otro episodio. En el momento de comulgar Ramon vuelve la cabeza para no tomar la comunión. La hostia en manos del sacerdote le sigue. Lucha titánica; momento en que consumar su condenación. De nuevo el triunfo del Arte. Postrado a los pies del sacerdote "tomó el Cuerpo de Cristo, para que por esta fingida devoción sal¬vara el Arte".

El relato nos ha sumergido con una gradación magistral en el centro más importante de toda la vida de Llull. Del temor al sufrimiento antes de zarpar se ha pasado al supremo sacrificio espiritual al asumir su propia condenación. Lo que le espera a cambio es la pervivencia del Arte, del "libro mejor" que se había propuesto desde un principio y que le había sido manifestado en el monte.

Nada pasa desapercibido al redactor de la Vida . El supremo sacrificio que Ramon ha hecho de su vida le recuerda ni más ni menos que la prueba de Abraham y su fe contra toda esperanza. Así también, Ramon Llull, envuelto en las tinieblas de la duda, ha mantenido el amor a Dios y al prójimo por encima del amor a su propia persona.

Renacido en la prueba, debilitado todavía por la enfermedad, apenas se entera de que una nave parte hacia Túnez, Ramon Llull intenta zarpar. La primera vez será rescatado de la nave por unos amigos que le creen aún a las puertas de la muerte. Pasarán, sin embargo, pocos días para que Llull lo intente de nuevo, esta vez con éxito.

[i] VC 19 (ROL VIII, p. 284).